En su múltiple condición de teórico, crítico, catedrático y flamante concejal de Vivienda en Barcelona tras las últimas elecciones municipales en España, conversamos con Josep Maria Montaner, doctor arquitecto y catedrático de la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona, quien es el autor de Después del movimiento moderno (1993) y Arquitectura y política (2011, con Zaida Muxí).
A raíz de su más reciente publicación, La condición contemporánea de la arquitectura (2015), Montaner habla sobre las actuales tendencias de la disciplina: su dualización como respuesta de la creciente desigualdad económica, la comercialización y exportación del lenguaje formal, el estado de las publicaciones impresas y la relación entre arquitectura y política en años de transformación social.
"La arquitectura y el urbanismo están recuperando el papel político y social que habían tenido en otros momentos de cambio. Si no lo hace, la arquitectura quedará al margen del futuro", dice Montaner.
¿Cómo surge la idea de escribir "La condición contemporánea de la arquitectura"?
Josep Maria Montaner (JMM): Ha sido escrito como reflexión sobre la arquitectura de los últimos 25 años, continuando con la interpretación de “Después del movimiento moderno”, que fue publicado por primera vez en 1993; un libro estructurado en tres partes. Esta sería como una cuarta parte, actualizándolo. Y la idea surgió al comprobar la vigencia de “Después del movimiento moderno”, traducido al griego y editado en el 2014.
Han pasado más de 20 años entre la primera edición de “Después del movimiento moderno” y este último libro. ¿Cuánto sigue pesando el movimiento moderno en los planteamientos de las tendencias descritas?
JMM: El movimiento moderno sigue presente como replanteamiento total que fue de la arquitectura y el urbanismo a partir de la modernidad, con las vanguardias en las artes, el nuevo protagonismo de las metrópolis y la disponibilidad de las nuevas tecnologías de la construcción. Muchos conceptos han sido revisados y superados, pero difícilmente se puede salir de la esfera de la arquitectura industrializada a partir de principios del siglo XX. Gran parte de las propuestas de las vanguardias siguen vigentes. Ello queda explicado en el primer capítulo del nuevo libro.
Con la consolidación de la arquitectura especulativa y de grupos económicos transnacionales, la caída de los Estados europeos de bienestar y una creciente desigualdad económica a nivel mundial, queda una duda: ¿para quiénes se están construyendo estos nuevos proyectos de arquitectura?
JMM: La arquitectura está presente en todos los ámbitos en los que habita el ser humano, sea arquitectura de lujo para la global class, sea el urbanismo informal autoproducido, sea la vivienda social para las clases populares o sea la arquitectura alternativa para los nuevos modos de vida. Hoy vivimos una total dualización de la arquitectura: una parte, muy publicada, para el pequeño porcentaje de ricos, con gran poder adquisitivo, y la mayor parte de la arquitectura, en algunas ocasiones realmente interesante y con valores sociales, para la mayoría. Dicha diversidad se expresa en los dos últimos capítulos del libro, dedicados a las arquitecturas de la informalidad y a las arquitecturas medioambientales.
Con Internet, la información (no necesariamente el conocimiento) parece estar a la vuelta de la esquina. ¿En qué han cambiado las reglas del juego cuando se trata de publicaciones impresas?
JMM: Ciertamente la información y el conocimiento lo buscamos hoy más en Internet y menos en las publicaciones impresas. Buena parte de las ediciones están ya solo en la red, como Plataforma Arquitectura o Un día, una arquitecta, y tienen enorme repercusión. En este contexto las publicaciones impresas han debido reinventarse, casi siempre con una edición paralela más interactiva en digital, y han tenido que transformar los contenidos, las formas y el diseño para una lectura más acorde con los tiempos. En este sentido podríamos decir que Delirious New York (1978) de Rem Koolhaas -publicado en los mismos años en que el uso de los ordenadores permitía avanzar nuevas teorías, como las geometrías fractales-, ya anuncia esta trasformación de las publicaciones impresas.
En su publicación destaca a Vancouver, Hong Kong y Singapur como ejemplos de "imagen compacta de la economía global”. Entonces es inevitable preguntarse en qué procesos se encontrarían ciudades como Nueva York, París y Londres.
JMM: Lo que caracteriza a grandes capitales como Vancouver, Hong Kong o Singapur es su proximidad a la idea de ciudad genérica de Rem Koolhaas, como Shanghái y otras urbes de China, Corea y otros países, en las cuales el peso de lo nuevo es infinitamente mayor que el de lo histórico. En cambio,en Nueva York, París y Londres, aunque sean capitales de la globalización, el peso de la estructura histórica es determinante. En este sentido, responden a modelos muy distintos, precisamente por la distintas maneras de abordar las cuestiones de la vivienda social y las decisiones sobre qué patrimonio se conserva y cuál se sacrifica.
Desde un comienzo, “La condición contemporánea de la arquitectura” advierte que en su análisis no será relevante el “impacto mediático ni comercial” de las tendencias descritas (y otras que podrían quedar fuera por lo mismo). No obstante, al leerlo es constante la presencia de arquitectos con mayor “voluntad comercial” como Frank Gehry y de arquitectos que se mueven como camaleones entre proyectos claramente exclusivistas y especulativos y obras “contextualistas y humanistas” como Renzo Piano. ¿Qué tan relevantes cree que son estos personajes en la actual producción de arquitectura?, ¿escapan de una catalogización seria?
JMM: Los arquitectos citados, aunque se hayan convertido en excesivamente comerciales, como Frank Gehry; vayan repitiendo sus logros anteriores, como Toyo Ito; o tengan una obra muy dispar, como Renzo Piano, y en el libro se reconoce, tienen obras relevantes e influyentes; y por esto deben ser reconocidos. En cambio hay firmas, como Jean Nouvel, Santiago Calatrava o Herzog y de Meuron, que no son citados expresamente, ya que la parte tan negativa de su obra eclipsa los logros que en algún momento llegaran a conseguir.
Si bien vivimos en un planeta globalizado, persiste en la arquitectura un peligro constante, Como usted lo señala, ese peligro sería “repetir el mismo vocabulario” al momento de diseñar para diferentes contextos, como es el caso de Toyo Ito. ¿Qué tan difícil es evitar ese peligro?
JMM: Hay una serie de razones que explican el por qué algunos arquitectos se estancan en su lenguaje. El primer factor más destacable es el predominio de la comercialización de sus productos. Ello sintoniza con el fenómeno de que algunas firmas de arquitectos internacionales se han convertido en empresas con capital foráneo que tienen contratados a los arquitectos que dan el nombre a la marca pero que no gestionan su propia empresa. Esta decadencia se produce por la repetición de los mismos logros arquitectónicos.
Uno de los ejemplos emblemáticos es el de Toyo Ito que, al tener agencias y proyectos en muy distintas ciudades, adiestra a cada uno de los distintos equipos a realizar un estricto lenguaje que siga un vocabulario ya definido en obras previas. Y ello tiene que ver con la incapacidad de evolucionar.
Otro factor de obsolescencia en arquitectura son los excesos en el cambio de escala y de contexto. Hay arquitectos capacitados para la escala del diseño, el interiorismo y edificios de un cierto tamaño, pero que difícilmente puede llevarse a una escala más grande, compleja y urbana. En relación a todo ello, otro elemento de decadencia, especialmente en aquellos estudios que tienen sedes en distintos lugares del mundo, es la tendencia a proyectar lo mismo en cualquier lugar. Todo ello tiene que ver con la incapacidad para entender la realidad de un contexto concreto y las características culturales de las personas, de la gente.
En definitiva, esta decadencia de la arquitectura convertida en un producto comercial o marca se relaciona con la pérdida de los valores éticos en arquitectos que realizan proyectos en cualquier sitio, sin hacerse responsables de las consecuencias y sin tener en cuenta la insostenibilidad de ciertos proyectos y tipologías. Por lo tanto, si tenemos en cuenta estas condiciones se puede evitar dicho peligro de la repetición y la decadencia.
No todas las tendencias descritas en esta publicación tienen la capacidad de alcanzar las mismas escalas territoriales. De hecho, ¿cuál es la real posibilidad que tiene, por ejemplo, la arquitectura organicista, de explorar y desarrollar proyectos exitosos “en contextos metropolitanos”?
JMM: Es cierto que para la arquitectura organicista alcanzar mayores escalas es difícil, si se trata solo de objetos singulares que utilizan la metáfora orgánica. Pero tal como argumenté en “Sistemas arquitectos contemporáneos”, la arquitectura orgánica puede tomar referencias de gran escala, como las formas de dedos de los ecotopos (es decir, la estructura física sobre la que vive la biocenosis), los campos de cultivo (la estructura geométrica inventada por el ser humano para obtener sistemáticamente los productos de la tierra) o el paisaje, tal como hizo Alvar Aalto en sus obras síntesis del paisaje finlandés y el mediterráneo. Por lo tanto, un sabio aprendizaje de las formas de la naturaleza puede ser muy útil para las escalas urbanas y territoriales.
Más allá de compartir un mismo momento de la historia, ¿existe un factor común que cruce a las tendencias expuestas en esta publicación?
JMM: Entiendo que un factor común de los ejemplos que presento es que, más allá de la diversidad de posiciones y tendencias, en cada caso hay la confianza y voluntad de que la opción seguida puede aportar mejoras a las personas, la arquitectura y la ciudad. En este sentido se presentan casos que dentro de cada posición (racionalista, minimalista, orgánica, fenomenológica, tipológica, icónica, diagramática, alternativa, medioambientalista, etc.) intentan alcanzar los mejores y más coherentes logros.
Las exitosas candidaturas de Ada Colau y la suya propia a la alcaldía de Barcelona pueden ser leídas como consecuencias de fenómenos políticos surgidos al calor de nuevas transformaciones sociales y políticas que cruzan al planeta. ¿Cuál cree que es la responsabilidad de la arquitectura en esta nueva sociedad?
JMM: La responsabilidad de la arquitectura y el urbanismo son enormes, ya que tienen que ver con todos los derechos humanos y pueden favorecer las condiciones de vida: con el derecho a la vivienda, la calidad de los espacios públicos y los equipamientos, de los lugares de trabajo y de ocio, etc. La calidad de la arquitectura tiene mucho que ver con la salud física y mental, con la felicidad y las relaciones entre las personas.
Afortunadamente, en estos tiempos la arquitectura y el urbanismo están recuperando el papel político y social que habían tenido en otros momentos de cambio, tal como Zaida Muxí y yo argumentamos en el libro “Arquitectura y política. Ensayos para mundos alternativos”. Y es que si no lo hace, la arquitectura quedará al margen del futuro.
En este sentido, Barcelona, con el nuevo ayuntamiento, heredero de la izquierda alternativa y del movimiento de los “indignados”, que defiende una ciudad de los derechos humanos, menos contaminada y más verde, con mejor transporte público y más avenidas peatonales, se vuelve a situar en la vanguardia de la gestión urbana y política.
La Condición Contemporánea de la Arquitectura por Josep María Montaner / Editorial Gustavo Gili